lunes, 27 de septiembre de 2010

La buhardilla deshabitada

Barcelona es mágica - me contaba- porque guarda todos nuestros secretos.

Habíamos llegado a ese rincón del mundo porque yo se lo había pedido. Le había prometido que allí seríamos las dos personas más felices del mundo, pero, en realidad, a mi el lugar me daba igual. Yo era feliz si él estaba a mi lado, el punto geográfico exacto no me importaba demasiado.

Muchas semanas atrás, cuando estábamos sentados viendo el último atardecer del verano, le hice una de las preguntas más especiales de mi vida.

- ¿Qué te hace feliz?

Me miró, sonrío, y me besó en la nariz. Me apoyé en su hombro y nos quedamos así. Oliendo su respiración, sabiendo que era eso lo que me daba la vida.

Cuando era casi de noche, y los colores ya se habían ido, y los gatos ya habían salido y tú y yo estábamos más enamorados que nunca, me respondiste:


- Tú.

- ¿Yo? ¿Yo qué?
- Tú me haces feliz. Cuando vienes por las mañanas y me das uno de esos abrazos de oso... me haces feliz. Cuando me llamas para decirme que me echas de menos. Cuando te miro, y me sonríes, y vienes corriendo hacia mi me haces feliz. Me haces feliz los siete días de la semana. Y me haces feliz cuando te enfadas, porque estás más guapa todavía. Me haces feliz porque viste en mi lo que nadie había visto. Porque fuiste la primera que se ganó mi corazón. Me haces feliz porque no eres como las demás. Porque crees en la felicidad, y en la música y en las estrellas. Porque eres lo que yo nunca he sido. Me haces feliz porque eres buena, y eso me da fe en la humanidad. Y me haces feliz cuando me cuentas tus teorías para cambiar el mundo, porque sé que no hay persona con más bondad que tú. Me haces feliz porque eres valiente por los dos. Y porque en el fondo, sé que vas a cambiar mi mundo de arriba abajo. Me haces feliz con tus sonrisas. Cuando me juras que mi nariz es la más bonita del mundo, y mis manos, las más cálidas. ¿Quieres saber por qué soy feliz? Porque tú eres feliz. Y porque tú me das ganas de serlo. Me hace feliz tenerte en mi vida, y por eso te quiero. Porque eres de mi mundo, lo mejor.

Después de esa conversación se abrazaron, se susurraron a la oreja y se juraron amor eterno.

- Tú eres la felicidad de mi vida, porque ante
s de ti yo solo era una buhardilla deshabitada pero por tus abrazos, por tus secretos, por tus besos y por tus promesas he ido construyendo cada rincón de este sitio. Tú has puesto los muebles, has arreglado el suelo, has pintado las paredes y has llenado el lugar con fotos y recuerdos que nunca olvidaré. Los libros que tengo ahora están llenos de palabras que me has dicho, y lleno de hojas en blanco que todavía nos quedan por escribir. Porque antes de ti yo era un sitio solitario, y ahora soy un sitio con miles de cosas que nunca podré dejar de recordar. Porque hoy estreno sitio, y tú estás en cada rincón de esta casa. Y, estar contigo, me hace feliz.




lunes, 13 de septiembre de 2010

"Peor que el olvido fue frenar las ganas de verte otra vez"




El frío de la calle entraba en sus bocas y todavía no eran conscientes de que ese iba a ser su día. Había llovido pocos minutos antes, con la antelación de los autobuses que pasan antes de hora. Se habían esperado durante trece meses, siete días, dieciséis horas y ochenta mil millones de latidos en dos camas vacías. A veces había sido todo tan duro que habían estado a punto de abandonar, pero no lo hicieron. Nunca. ¿Y queréis saber por qué? Porque se lo habían prometido trece meses, siete días, dieciséis horas y ochenta mil millones de latidos antes, una tarde de domingo cuando se comían a besos en la parada de un autobús que no iba a pasar porque había terminado su línea.

Sin embargo, y con el miedo de los que tienen cosas que perder, juraron que las cosas no cambiarían nunca. Se fueron a una pequeña tienda situada en uno de los barrios más transitados de la ciudad, donde en la trastienda de un anticuario había un antiguo colega con una tienda ilegal de tatuajes. Se miraron a los ojos y en seguida lo supieron.

Una hora y media después salieron cogidos de la mano, con los dedos entrelazados, y la palabra que definía su relación tatuada en la muñeca.

Mendigaron otros tantos besos en un parque y empezó a llover. Para cuando quisieron darse cuenta las horas del reloj habían pasado más rápido que nunca y se tenían que ir.

Aunque se prometieron que nunca se dejarían de pensar y que, trece meses, siete días, dieciséis horas y ochenta mil millones de latidos después se volverían a ver en el mismo sitio.

- Te he echado de menos- dijeron al mismo tiempo.

Ambos sabían que lo habían hecho mucho más de lo que nunca podrían decir.

Después se abrazaron y se dieron el beso de esquimal más largo de la historia. Estaban más enamorados que nunca.